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episteme

¿La clausura de la Modernidad?

Universidad del Claustro de Sor Juana
Verónica Díaz de León Bermúdez
Filosofía 10º Semestre

¿La clausura de la Modernidad?

Edgar Morin en el primer apartado de su libro Introducción al pensamiento complejo, señala al método formulado por Descartes como el inaugurador del paradigma maestro de Occidente: el “paradigma de la simplificación”.
Este señalamiento apunta a la consecuencia mutiladora de la patología del saber y la inteligencia ciega, pues desde la perspectiva de Morin el pensamiento mismo se torna disyuntor, reduccionista y abstracto, coartando o yuxtaponiendo a la realidad misma, ya que según él con el proceder cartesiano se empieza a desgarrar, fragmentar e ignorar el tejido complejo de la realidad. A la vez, esto produce una visión unidimensional de los fenómenos humanos: el campo de la realidad antropo-social.
Sin embargo, ¿verdadera y honestamente la formulación del método de Monsieur Descartes es la causa o el inicio de la patología y la ceguera de la inteligencia que en la actualidad, según Morin, se padece?
Consideramos que lo que plantea Morin no es una acusación única y exclusiva al pensamiento cartesiano, en concreto al método, pues los acontecimientos nocivos del siglo XX no son consecuencia- desde nuestra perspectiva- de Descartes, su filosofía o los pensadores consiguientes, sino de las mentes enfermas que se apropian y se escudan en la “razón” para provocar ecocidios, actos bélicos, hambrunas y demás atrocidades que amputan al ser del hombre.
Por ello, tomamos de pretexto el planteamiento de Morin para dirigirnos a aquellos cortos de visión que tildan al pensamiento moderno como la causa de la tragedia suprema: una inteligencia ciega y una razón mutilante.
Filosóficamente hablando es de común acuerdo postular que René Descartes es el padre de la Modernidad, pues al ser heredero del espíritu renacentista desarrolló una nueva visón del mundo, pero también una nueva visión del hombre.
No se puede, no es correcto reducir –mutilar- su pensamiento a la pura metodología, pues ampliando el horizonte más allá del Discurso del método para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias (1637) y de las Meditaciones metafísicas (1641), encontramos que su filosofía también contiene reflexiones en torno al mundo físico (realidad compleja) – El mundo o tratado de la luz (1634), Principios de la filosofía (1644)-, las matemáticas - Reglas para la dirección del espíritu (1628-29), Geometría (1637)- así como también el ámbito antropo-social –Investigación de la verdad por la luz natural - que tanto le ocupa a Morin y no logra ver en Descartes.
Tampoco olvidemos la basta correspondencia que Descartes sostuvo con sus amigos, entre ellos la Princesa Isabel de Bohemia, donde medita respecto a su preocupación de los fenómenos humanos relacionados con el ámbito ético, pues siendo nuestra razón finita y nuestra voluntad infinita, el modo de conducirnos de manera más provechosa debe ser concientemente.
Para los obstinados ciegos de razón que sólo encuentran en Descartes un “filósofo del método”, concedamos esa necedad, a condición de que a la par sostengamos que es plausible que el método puede ser enfocado tanto al ser individual como al conjunto planetario de la humanidad en el ámbito ético-práctico, pues el método cartesiano es posible de aplicar a las actividades cotidianas de los sujetos, porque lo más conveniente, desde esta perspectiva, es tener ideas clara y distintas respecto a las actividades que realicemos, obteniendo con ello una transformación y cuidado de uno mismo, ya que elaboramos análisis, justificaciones y revisiones cuidadosas sobre nuestros conocimientos, actitudes y actividades.
Salimos del oscurantismo y la ceguera que tanto denuncia Morin, pero también del reduccionismo y la clausura, porque creer que con ver un árbol se conoce todo el bosque es cometer un error de hecho (falsa percepción) que no enferma nuestro pensar, sino que, peor aún, lo hace agonizar.

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