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Algunas complicaciones y meditaciones circundantes a la Antropología Filosófica

Universidad del Claustro de Sor Juana
Verónica Díaz de León Bermúdez
Filosofía 10º Semestre

Algunas complicaciones y meditaciones
circundantes a la Antropología Filosófica

Ya Descartes en su diálogo Investigación de la verdad por la luz natural señalaba lo poco correcto que es definir al hombre como un mero animal racional, pues de esta afirmación se derivan dos preguntas: qué es animal y qué es racional; al contestar esto, se generarían más preguntas, por lo que no llegaríamos a algo claro.
Además, esta definición de lo meramente racional es fútil, pues el hombre también tiene voliciones, afecciones y demás conductas emocionales que lo influyen considerablemente.
Por otro lado, si bien es cierto que no podemos ignorar las características biológicas del hombre, no son trascendentales para una posible definición del mismo a partir de la Antropología filosófica, ya que en ese rubro existe la Antropología biológica, conocida también como Antropología física, que trata de reconstruir el curso de la evolución humana mediante el estudio de los restos fósiles de especies antiguas, poniendo énfasis en el origen animal y la naturaleza biológicamente determinada del hombre.
Existen las alternativas de elaborar una definición del hombre a partir de una perspectiva ontológica, como la propuesta por Heidegger, o hacerla puramente racional, como la definición aristotélica; pero ambas propuestas entran en conflicto con posturas existencialistas –como la de Sastre- que promueven la consideración e influencia de los sentimientos y el conjunto de los actos del hombre.
Además de esto, nos enfrentamos al problema de que es complicado otorgar una descripción enteramente “objetiva” acerca de qué es el hombre cuando es él mismo quien efectúa la definición y reflexiona en torno a su ser.
Otra dificultad que se halla en la antropología es hacer una definición del hombre propiamente filosófica cuando las temáticas sociales y psicológicas también afectan el ser de los hombres. Sumado a esto, el desarrollo histórico referente a la explicación de qué es el hombre parece dar muestra de que depende del momento en que dicha reflexión se realiza para englobar una posible respuesta.
Vemos entonces que el carácter filosófico o biológico no son las únicas áreas que se involucran en otorgar una definición acerca del hombre, sino también la perspectiva social, psicológica o histórica. Aunado a estas áreas, el campo filosófico es complicado en tanto que así como existen diferentes corrientes o ramas de la filosofía (como la hermenéutica, la fenomenología, la ética, la epistemología, etc.) parece entonces que debemos aceptar que la definición de qué es el hombre a partir de la antropología filosófica depende de la corriente filosófica desde la cual se realiza.
Pero reflexivamente hablando, no es provechoso conformarse con estas conjeturas, por más complicado que se presente dar una descripción acerca del ser del hombre.
Kant ya lo señalaba en su obra Fundamentación de la metafísica de las costumbres, si queremos saber qué nos es posible conocer, qué debemos hacer y qué nos es permitido esperar, debemos, ante todo, saber qué es el hombre. Para encontrar respuesta a esta cuarta interrogante kantiana, debemos estudiar al hombre como ser natural, pero también como ser actuante, es decir, lo que el hombre hace de sí mismo, puede y debe hacer.
A la par, añadimos a esta reflexión kantiana la propuesta de Cassirer de entender al hombre como “un animal simbólico”. No resaltamos la “animalidad” en este enunciado, sino el carácter simbólico, ya que el símbolo es constitución y condición de la existencia en y del mundo, pues lo configuramos a través de las formas simbólicas (lenguaje, mito, arte, ciencia).
Siendo el hombre un animal simbólico-actuante “vive en medio de emociones, esperanzas y temores, ilusiones y desilusiones imaginarias en medio de sus fantasías y de sus sueños” (Cassirer, E., Antropología filosófica).

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